domingo, 9 de noviembre de 2008

Crónica de Miguel Forcada sobre la "Gran Travesía de la Sierra de Albayate"



TRAVESÍA DE "SIERRA ALBAYATE"
8-11-2008
Llevábamos bastante tiempo pensando en hacer la travesía de la Sierra Albayate de extremo a extremo. Llegamos a hablar de "la gran travesía" ya que después de caminar por todos los vericuetos de esta sierra en los últimos dos años, nos apetecía completar un recorrido enlazando todos los lugares ya conocidos.
Nos citamos en el bar El Águila, a las 8 como siempre; a esa hora ya habíamos dejado un coche en la antigua escuela del Salado, preparado para el regreso. A las 8,40 dejábamos los coches frente a la ermita del Castellar y comenzábamos la caminata. Rafael, Manolo Zafra y su hijo, Concha Jiménez, Agustín, Manolo Rico, Vicente, Alonso y Miguel.
En pocos minutos estamos en el Cortijo Reyes, una enorme edificación con patio central, ya deshabitada y en ruinas, que fue hasta los años 60 uno de los grandes lugares de trabajo en la comarca; vivían aquí varias familias y tenía "casa de señores" situada en la zona que todavía se mantiene más entera del edificio. El cortijo tenía más de mil fanegas de tierra y una parte de sierra. Altitud aproximada 900 metros.
Por un camino que sale frente al cortijo, ascendemos en dirección a la sierra. Ya en el límite entre el olivar y el monte, dejamos a la derecha la "Fuente de la Maleza", pasamos por la casa del guarda, ya derruida y desde el llano que se abre un poco más arriba divisamos las tierras del cortijo hoy ocupadas íntegramente por olivar en plena producción; aunque hay niebla en las zonas altas, divisamos la vertiente oeste de la Sierra de los Judíos, las Paredejas y la Aldea de la Concepción.
Nos adentramos ya en zona de encinar ganando altura hasta llegar a la "cabreriza de Alejo" situada a 1070 metros de altitud. El edificio, también ya con los techos caídos y devorado por la maleza, se compone de una pequeña casa y un enorme corral con espacios a cielo abierto y bajo techo. En nuestro "Catálogo de construcciones rurales antiguas", la Cabreriza de Alejo podría ser modelo de un tipo de edificio dedicado expresamente a la ganadería.
Seguimos ascendiendo suavemente adentrándonos ya en plena sierra hasta la cota de los 1.130 metros; encontramos una desviación del sendero en ángulo recto, que toma dirección norte bajando por la falda de la sierra. Podríamos seguir para alcanzar la cresta de la sierra, pero queremos pasar por lugares ya conocidos y por lo tanto comenzamos a bajar por el nuevo sendero hasta llegar a una pequeña meseta desde la que avistamos la ciudad de Priego al fondo; este lugar nos permite ver gran parte de la cara norte de Albayate aunque las cimas permanecen ocultas por la niebla. Bordeando por arriba los suaves barrancos que se van formando caminamos en dirección oeste por un mínimo sendero que atraviesa pequeñas manchas de encinar. Dejamos atrás, a la derecha, la Cañada de los Tajos, otro lugar que hemos atravesado en anteriores ocasiones. Empezamos a ver setas al borde del camino; gracias a las lluvias abundantes que han caído en las últimas semanas, este otoño está siendo estupendo para los micólogos y los aficionados a la recolección de estos misteriosos seres; no nos acompaña ningún experto y por lo tanto, ninguno de nosotros se decide a recogerlas. Alguien advierte que no hay problema, que todas las setas se comen, aunque algunas solamente una vez….
En una bajada del sendero, entre un encinar que da al lugar un aspecto recóndito y bellísimo, encontramos la cabreriza del Cortijo de la Sierra; curiosamente, la pequeña casa, mantiene en pie las paredes y la vertiente del techo que dan al este y sin embargo las caras sur y oeste de la edificación están derruidas; nos hacemos fotos delante de esta zona, viéndose las entrañas de lo que un día fue lugar de vida y trabajo. Pocos minutos después afrontamos la brusca bajada al estrecho valle donde se encuentra el Cortijo de la Sierra, punto de encuentro de muchos recorridos por Albayate. Hay una fuente de piedra cuyo caño salía antes de un bloque cúbico perforado, situado en el centro de la taza, construida con grandes bloque de piedra labrada. Este manantial no se ha agotado en todo el pasado verano; el agua cae desde la fuente a una serie de "bañeras" (en cuyo costado puede leerse que fueron fabricadas en Brugos) hasta derramarse en el arroyo que se pierde en la tierra pocos metros más abajo. Este ha sido un cortijo con mucha vida hasta hace no más de cuarenta años; estaba dedicado a la ganadería y los alrededores están completamente "deforestados" seguramente por corte de leña para calentarse en los duros inviernos; el cortijo está situado en un pliegue de la sierra orientado al norte, por lo que las horas de sol en invierno son muy escasas. Desde el "Cortijo la Sierra" baja un sendero que discurre por tramos labrados en la piedra y pasa por delante de la casa de "la Chacha Rifle", una anciana que vivió allí hasta su muerte y que se ha convertido en uno de nuestros "mitos".
Hacemos un pequeño descanso a la sombra de las ruinas del cortijo. Estamos a 1.030 metros de altitud. Ascendemos de nuevo en dirección noroeste bordeando ahora la pretenciosamente llamada "Cañada de Dios" en cuyas faldas se mantiene un precioso bosque de encinas muy bien conservado. Recordamos la subida que hicimos por esta Cañada, desde la fuente de "Los Cañillos" atravesando el "barranco de los Corralones" por lo más hondo, hasta salir al "Paso de las Ánimas"; nos dirigía aquel día nuestro amigo "Gavilán", un hombre de 74 años que pasó su vida en estas sierras hasta su jubilación; nuestro amigo, a su edad y vestido con ropa y zapatos de calle, subía, campo a través, siempre delante de nosotros, que no podíamos seguir su ritmo.
Descartamos en la última curva un sendero que nos acercaría a la cumbre para pasar y hacer parada en el "Collado de Dios". Este paso o puerto entre las vertientes norte y sur de Sierra Albayate, se abre a la altura de 1.185 metros y era, hasta la llegada de los "coches" vía de comunicación entre las gentes que poblaban el valle de Fuente Grande y las Navas, con la zona de Priego. Frente a nosotros se abren ahora las tierras del extremo sur de la provincia de Córdoba y parte de las de Granada. A nuestros pies, las dos aldeas citadas; sus pobladores han roturado y labrado la tierra plantando olivares hasta casi las cumbres de Albayate.
Hasta este "Collado de Dios", según nos cuenta Rafael Pimentel, subían antiguamente los aldeanos de las Navas para encender velas a la Virgen de la Sierra de Cabra, cuya ermita se divisa desde estas alturas. Nosotros nos limitamos a reponer fuerzas a base de bocadillos, algo de frute y agua. Agustín y Conchi reparten nueces. Miguel reparte un folleto de la convocatoria de las IX Jornadas de Montaña y Aventura que se celebran en Cabra y un librito titulado "Cancionero de Priego", selección de poemas de José Alcalá-Zamora dedicados a los paisajes de Priego.
El descanso no pasa de 15 minutos. Son casi las 11,30 y nos damos cuenta de que nos queda mucho que andar, calculamos que la cumbre está todavía a casi una hora y que ahora vienen trechos de mucho desnivel.
Comenzamos siguiendo el camino que baja en dirección a las Navas, en la vertiente sur de la Sierra. La niebla ha levantado pero se mantienen nubes bajas que no nos permiten contemplar las cumbres más lejanas. La temperatura es excelente, sobre 15 grados; el sol empieza a calentar por fin. Giramos pronto a la derecha, nuevamente en dirección oeste. A pesar de la altura, atravesamos zonas en las que se están haciendo nuevas plantaciones de olivar. Estamos de nuevo cresteando, entre las dos vertientes y a la derecha contemplamos un pequeño valle en forma de medio embudo que puede considerarse como el comienzo de la Cañada de Dios. Al superar un nuevo repecho por un carril transitable en todoterreno, avistamos la hondonada que llaman "la Llaná", y al fondo el "cerro de los Muchachos" (también llamado "La Pelona" por las gentes de la comarca), coronado por el observatorio "contraincendios" que se construyó hace unos años junto al vértice geodésico; tienen razón los lugareños al llamarla así, pues en todo el cerro no se ve un solo árbol digno de tal nombre, sino piedra y monte bajo, siempre raquítico por la falta de agua, como toda vegetación; sin embargo, nadie sabe porqué los libros lo llaman el "Cerro de los Muchachos".
Desde "La Llaná", un espacio de 3 o 4 fanegas de tierra que en otros tiempos estuvo sembrado de cereales, contemplamos las ruinas de la casa, construida en un verdadero peñascal, que mira hacia la cumbre. Aquí, a 1.225 metros de altitud, vivió una familia hasta hace unos 40 años, hoy nos parece increíble. Decidimos subir directamente a la cima por el camino recto que se ha formado por el paso de las motos, en vez de rodear por el carril.
En este tramo final cada uno sube a su ritmo, algunos quieren sentir sus músculos a pleno rendimiento y el sudor brotando de la piel. Vicente se adelanta implacable. Nos espera sentado bajo el observatorio. Quince minutos después estamos todos en la cumbre. Algunos mapas señalan 1.301 metros para la cima del Cerro de los Muchachos, otras fuentes lo dejan en 1.288.
Quienes no habían subido nunca hacen comentarios de gran sorpresa pues pensaban que Albayate era una sierra sin ningún interés. Hay acuerdo en que el observatorio, del que se ha retirado la escalera metálica para que no se pueda subir a la caseta, es un mamotreto excesivo; hace años se construyó uno todo en madera que resultaba muy adecuado al entorno, pero no resistió las inclemencias del tiempo aunque, al parecer, las inclemencias de paseantes y moteros fueron peores que las del tiempo. También se comenta que durante el pasado verano al menos en dos ocasiones en que llegamos hasta aquí, nunca hubo observador en el observatorio.
Sigue el tiempo seminublado sobre todo hacia el sur; pero con una prismáticos observamos de pronto, para sorpresa de todos, que se han abierto un poco las nubes y por ese claro se ve una zona de Sierra Nevada; está completamente cubierta de nieve. Resulta impresionante su altura desde aquí y esa blancura matizada por los pliegues de la sierra y por las sombras de sus cumbres. Divisamos la Sierra de Parapanda, con sus antenas y también Algarinejo, hundido en dirección a Loja y hacia el oeste la aldea de Lagunillas sobre su fértil llano, hoy verde y soleado, al pie de la Horconera. Frente a nosotros, al otro lado de la depresión que forma de sur a norte, el valle del Salado, se levanta imponente la Tiñosa, cuya cima, que nos supera en 300 metros de altura, también se deja ver un instante entre las nubes… Al norte, cerrando el círculo, se ven las sierras de Cabra y de Martos. Zagrilla se observa nítidamente con forma de tres pequeñas manchas blancas en la falda de Sierra Alcaide.
Son las 12,45 aproximadamente cuando iniciamos la bajada hacia el valle del Salado. Seguimos nuevamente una especie de camino que se ha hecho bien por las motos, bien por las muchas subidas a la cima por este itinerario, más directo y rápido. Baja en línea recta hasta el collado por el que cruza el antiguo camino que iba de Priego a Algarinejo. A partir de este punto vamos a pasar por una de las zonas en mi opinión, más interesante de toda esta sierra. Estamos en un lugar que siempre he oído nombrar como "La Cruz de los Panaderos", topónimo relacionado sin duda con los arrieros que transitaban entre Algarinejo y Priego transportando trigo y otras mercancías. Dejamos a la derecha una vereda que baja por un estrecho valle, casi un barranco, ocupado en su cauce por chaparros y monte bajo; esa vereda se unirá más abajo con el camino que vamos a seguir, justo por debajo de la cadena que los propietarios de estos terrenos han colocado ilegalente.
Un poco más adelante, encontramos una era al borde del camino y a pocos metros, casi oculto entre los árboles el "Cortijo de la Era", una construcción que se adivina antiquísima por los enormes muros de piedra que soportan la edificación en las zonas de mayor desnivel. Aquí ha vivido una familia hasta hace unos dos o tres años, sin luz eléctrica y en unas condiciones absolutamente tercermundista; el interior de la casa, a la que se puede acceder pues las puertas han sido forzadas y e edificio empieza a estar en ruinas, impresiona por lo primitivo y miserable del hábitat.
Desde allí el camino empieza una bajada mucho más pronunciada. Pronto estamos en el caserío de Peñas Doblas que se anuncia por los muros construidos en el talud izquierdo del camino, piedra sobre piedra, para sostener simplemente la tierra y los olivos. El caserío de Peñas Doblas es realmente una minúscula aldea, pues la componen varias casas situadas al borde del camino, hoy ya todas abandonadas y derruidas y lo que pudo ser una pequeña plaza; esta aldea, o tal vez los restos de otro emplazamiento situado más arriba, aparece en los textos de la Edad Media y podrían ser un refugio utilizado en la rebelión de Homar Ben Hafsun en el siglo IX. Impresionan los muros de piedra derrumbados ya y los interiores asaltados por la maleza y rodeados por granados y otros arbustos silvestres. Siempre me ha resultado impresionante y misterioso este lugar desde que hace años pasé por aquí en una mañana fría y neblinosa de invierno, y observé cómo salía un hilo de humo de la chimenea de una de estas casas, que parecían abandonadas desde siglos. Es un lugar umbrío y cerrado, situado al filo del estrecho valle que se desploma sinuoso hacia el río Salado.
Mientras admirábamos estas ruinas y comentábamos su historia, Conchi recogió un buen puñado de brotes de cardos que seguramente estarán exquisitos una vez hayan pasado por su magnífica cocina, algunos de cuyos productos conocemos los senderistas.
Continuamos la bajada alegremente pues ya se empieza a abrir el valle y se divisan las tierras del Salado y el final de nuestra caminata. Junto al camino aparece una fuente o pequeño estanque de época medieval, construido por grandes lascas de piedra; está lleno de barro y maleza. Pasamos ahora por las inmediaciones de la Huertezuela, una pequeña meseta, llana, antes evidente huerto y ahora olivar, rodeada por un profundo barranco por el que baja un arroyo, paralelo al camino, de agua abundante en cuanto caen las lluvias. Se ven nogales, membrillos, granados con la fruta ya abierta y podrida; la casa, en el centro de la meseta, con sus paredes desconchadas y su tejado hundido, empezará a derrumbarse dentro de poco. Junto a ella, un enorme abeto recorta su silueta sobre el color rojizo que el otoño ha dado a unos álamos situados un poco más atrás. El lugar es de una enorme belleza, realzada hoy por esta luz, dulce y amable, del sol de otoño; ¿cómo puede estar tan abandonado?.
Desde una de las curvas del camino se divisa allá al fondo el curso del río Salado. Se ve la antigua salina, que se mantuvo en actividad hasta hace unos 10 años, también hoy abandonada. Muy cerca, el cortijo "El Prado" igualmente en absoluta ruina y al otro lado del río, el cortijo "El Cuerno" cuyas tierras fueron roturadas en los años veinte del siglo pasado y en las que mi padre, cuando todavía era casi un niño, ayudó a plantar ese hermoso olivar que hoy llega hasta las mismas faldas de la Tiñosa.
A las 14,20 estábamos en el "cortijo Anegao", este sí, como nuevo, con sus piscina y todo. Junto a él está la antigua escuela del Salado, cerrada hará unos 20 años. Hemos tardado exactamente seis horas en completar el recorrido. Allí nos acomodamos los nueve en el super-todoterreno de Rafael que nos lleva hasta el Castellar por el camino de las Rentas. Los comentarios durante este corto trayecto son celebrados gozosamente por todos. ¿Hay una monja que quiere venir de senderismo con nosotros?. ¡Cielos!. ¡Cualquiera diría que el colectivo "La Cabra Loca", hasta ahora laico, se está consolidando… o ha empezado su decadencia!.

Miguel Forcada Serrano
Priego, 9 de Noviembre de 2008.

2 comentarios:

Mª Antonia dijo...

Extraordinarias crónicas, Miguel y Rafael. Me habéis hecho vivir vuestra travesía casi como si os hubiera acompañado. En las fotos se puede apreciar parte del bellísimo paisaje.
Enhorabuena por el gran reto de atravesar la Sierra Albayate. Cuando se lo dije a mi padre me comentó "Ojalá mis piernas y mis pulmones me hubieran permitido ir con ellos" . Mi padre conoce la Sierra como la palma de su mano. En "La Pelona" durmió muchas noches mientras ejercía de pastor por cuenta de otro, para poder alimentarse. Sólo tenía 8 años cuando empezó a conocer Albayate. Hoy resulta impensable.

Gracias y felicidades.

Rafael Pimentel Luque dijo...

Una pena que no pudieras acompañarnos. La verdad es que aunque largo estuvo muy bien. Espero que algún día nuestro Ayuntamiento señalice esta misma ruta.