jueves, 3 de septiembre de 2009

11-06-2009 crónica de Miguel Forcada sobre la subida a Las Buitreras

SIERRA ABUCHITE (LAS BUITRERAS)


Un buen punto de partida para subir a esta sierra es el carril que va de Carcabuey a Luque atravesando la zona Sur-Este del complejo de la Sierra de Cabra. Podemos tomar el carril, que se conserva en un estado aceptable, en el Km. 16,1 de la carretera A-339 dirección Lucena-Priego; atravesamos el llamado Valle del Conde y subimos en dirección Luque; pasamos por una explotación ganadera de toros bravos; al menos 50 pueden verse hoy pastando en las zonas más llanas; el carril corona en el extremo sur-suroeste de Sierra Alcalde y empieza a llanear bordeando la suave pendiente, todavía verde, de Navahermosa. Dejamos a la derecha el cortijo que toma el nombre de La Nava, hasta hace poco propiedad de la familia Rubio-Chávarri Alcalá-Zamora y 300 m. más adelante podemos aparcar los coches al borde de la carretera, pues en esta zona ya han desaparecido las vallas que impiden el acceso a la sierra que se despliega a la izquierda del carril.
Comenzamos a caminar pasadas las 8,30 de la mañana. Mayo ha dejado la sierra en plena floración; algunas plantas, como las peonías, ya han pasado sus días de esplendor; otras, como el gordolobo de aterciopeladas hojas, abundantísimo aquí, están en su mejor momento. Cuando estamos en la mitad del primer tramo de subida, nos llevamos la gran sorpresa del día: quizá a menos de doscientos metros de nosotros, aparece volando en dirección norte-sur, un búho real. Por su tamaño y por su forma de volar, no puede ser más que un búho real: el plumaje pardo y gris; sus formas redondeadas, como de algodón, el movimiento lento y cadencioso de sus alas; pasa ante nosotros como si flotara en el espacio sobre el aire tibio y denso de la mañana… Fue como una aparición a destiempo pues era ya pleno día y el sol se había elevado sobre el horizonte hacía más de una hora; el azul del cielo era intenso, profundo y vibrante. ¡Sin duda nuestro señor búho se había entretenido en su caza nocturna acechando una última pieza, hasta verse sorprendido por las prisas de la mañana!.
Solo unos minutos más tarde, un nuevo encuentro infrecuente. Aparece una rapaz diurna, tal vez un halcón, seguramente un águila perdicera, surcando el aire en la misma dirección que el búho real. Después de estos dos encuentros, el día ya había valido la pena, pero nuestro objetivo hoy eran los buitres. Seguimos caminando entre verdaderos bosques de gordolobos cuyo tallo central alcanza casi un metro de altura. El punto más alto de Abuchite nos queda a la derecha, en dirección norte, pero nos interesa girar en dirección sur para alcanzar la cima del tajo de las buitreras y una valla bien construida nos impide el paso; la bordeamos un buen trecho y cuando vemos que no nos queda más remedio que saltarla encontramos un cartel que dice “Ganadería de toros bravos. Prohibido el paso”. Inmediatamente saltamos la valla intentando pasarla bajo el arco del triunfo sin ningún desgarro genital. Caminamos en dirección al cerro de las buitreras y al poco escuchamos nítidamente el sonido de una esquila, un cencerro, una alarma cornuda. Miramos con atención entre las encinas, en el roquedal desarbolado típico de esta sierra, pero no vemos ningún bóvido inquietante. Continuamos.
A las 9 de la mañana llegamos al borde del tajo, aliviamos nuestras espaldas de las mochilas y nos tumbamos sobre la roca asomando solamente la cabeza sobre el tajo; ante nuestros ojos, un desnivel, un pozo de al menos doscientos metros en caída libre; sensación de mareo, de vértigo; hablamos, tal vez chillamos…sensaciones; a los pocos segundos brota de la vertical un buitre batiendo sus alas enormes desplegadas; dos, tres buitres sobre el inmenso vacío; les estamos viendo la espalda, estamos más altos que ellos; sensaciones...
Vuelan en dirección a la sierra de la Cabrera, donde se ha instalado un comedero y se nos pierden de vista muy pronto mimetizados sobre el mar de olivos y la tierra para. Es raro que solo hayan salido tres; posiblemente otros han sido más madrugadores y solo hemos estimulado a los más perezosos.
Los buitres leonados han proliferado en la Subbética en los últimos años, como los jabalíes; ni unos ni otros nos resultan simpáticos. El concepto que tenemos de un buitre y de un águila es muy diferente, pero ¿cuál es la diferencia?; en mi opinión, la diferencia entre esos conceptos es de naturaleza psicológica; el concepto “buitre” se compone de rasgos semánticos como estos: “carroñero”, “violento”, “depredador”, “sangriento”, “sucio”, incluso “asqueroso”, “ladrón”… Las águilas sin embargo están asociadas a rasgos semánticos como “cazadora”, “real”, “imperial”, “elegante”, “veloz”, “justiciera”… Vemos que en nuestro mundo actual siempre se impone la violencia sucia sobre la fuerza elegante; el carroñeo fácil pero seguro, es más valorado que el duro esfuerzo preñado de riesgo: los buitres tienen el estómago lleno, prosperan y se multiplican; las águilas pelean por la supervivencia o simplemente se extinguen…
Pero hay que continuar la marcha; la sierra Abuchite tiene en el suroeste su vertiente abrupta en forma semicircular. Pero entre los tajos siempre hay pasos amables de suaves pendientes pobladas de frondosos quejigos que en esta época lucen un verde luminoso resaltado este año por las abundantes lluvias de primavera que lo han convertido todo en un mullido tapiz de yerba y musgo. Recorremos bajando la vertiente suroeste suspendida sobre el valle del Conde hasta llegar a las ruinas del cortijo del Grajal. Mientras reponemos fuerzas aprovecho para bajar a la fuente situada justo donde se reúnen las aguas de lluvia; el estanque de piedra está casi lleno pero del caño, también de piedra, ya no cae agua porque ha sido desviada unos metros más arriba con un grueso tubo de goma rumbo al olivar. Cuando vuelvo hacia el cortijo veo saltar, durante unos segundos, un ratoncillo entre las hierbas; me ilusiona que haya sido un “musgaño de Cabrera” pero consultas posteriores me obligan a admitir que era un simple ratón de campo; sí, sí; no un “neomyis anomalus”, demasiado acuático para vivir aquí, sino un vulgar “apodemus sylvaticus”, bien adaptado a estos duros terrenos. En el fondo, me tranquiliza pensar que me parezco más al vulgar ratón de campo que al exquisito y delicado musgaño.
Desde el cortijo del Grajal, que debió ser hace medio siglo un potente centro ganadero, deambulamos hasta la conocida “fuente del Espino”; de allí, por la llamada “Vereda Macharniega” (nombre sugerente y extraño por cierto), nos dirigimos a la “explotación ganadera Hoyo de la Osa”, hoy en plena producción y desde allí al carril que va de Carcabuey a Luque donde dejamos los coches esta mañana.
Ha sido un día muy normal; es decir, un día de fuertes sensaciones.
Comienza a apretar el sol.
Miguel Forcada Serrano


Hicimos esta ruta en Junio de 2009: Paqui Campos, Agustín Espinosa, Rogelio, Paco Sánchez y Miguel Forcada

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